El piropo lanzado a María como Madre de Dios, salido
de boca de una mujer, es un piropo humano y propio de la razón humana. Pero, a
pesar de la importancia y dignidad que representa ser la Madre de Dios, no es
lo que representa la verdadera dicha de una persona.
Porque, lo verdaderamente importante sale de la boca
de Jesús: “Mejor, dichosos los
que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”. Y, María, cumple con
esas dos premisas pronunciadas por una mujer y por su Hijo Jesús, porque, ella
es su Madre, primero por haber aceptado la Voluntad de Dios y, segundo, humillándose,
cumplir con su Voluntad.
Es un gran ejemplo la
actitud y el testimonio de María, y como Madre nuestra también nos enseña el
camino a seguir. Un camino de fe, de obediencia, de escucha de la Palabra y de perseverancia. Un camino
que, a pesar de los momentos de oscuridad y de dificultades, María siempre supo
sostenerse firme y obediente. Miremos a María en nuestro peregrinar hacia la
Casa del Padre.
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