viernes, 12 de octubre de 2018

María es Madre de Dios porque, primero, aceptó su invitación a ser la Madre de su Hijo enviado a la tierra, y a dar su vientre como morada para encarnarse en naturaleza humana. Esa es la dicha de la bienaventurada  María. No, precisamente por ser la elegida, sino por aceptar esa elección y abrir su corazón a la Voluntad de Dios.

También cada uno de nosotros hemos sido elegidos. Quizás no para una enorme misión como la de María, pero sí para alguna misión. Sobre todo para anunciar, con tu vida y palabra, la buena Noticia de salvación. Y has recibido esa Gracia en la hora de tu Bautismo, quedando configurado como sacerdote, profeta y rey.

Como María, cada de uno de nosotros tenemos la responsabilidad de escuchar la Palabra de Dios y vivirla, en nuestro esfuerzo de cada día, según la Voluntad de Dios. Necesitamos para ello su Gracia y su Misericordia y la disponibilidad para, como María, hacernos humildes y abrirnos a su Gracia.

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