lunes, 22 de octubre de 2018

Justificamos la riqueza porque con ella conseguimos muchas cosas. Pero, ¿importan tanto las cosas si al final van a desaparecer todas? Esa es la pregunta clave, ¿buscar lo perecedero o lo imperecedero? ¿Buscamos la muerte o la vida? Porque, todo lo de aquí abajo muere.

Lo más inteligente para todo aquel que se precie de ser inteligente sería buscar la vida. Pero, no la vida de este mundo, porque ella perece, sino la vida del alma, la vida que Jesús, el Hijo de Dios, nos promete. Esa Vida Eterna que Él mismo nos ha ido a preparar.

Esa es la riqueza más grande que podemos atesorar, la de despojarnos de toda riqueza mundana, que nos empobrece y esclaviza y nos pierde, y quedarnos con las buenas obras según la Voluntad de Dios, que nos enriquece y nos prepara para recibir la Vida Eterna.

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