No sabemos la hora ni el
momento, ni siquiera el instante. Y es una gran suerte para el cristiano saber
y darse cuenta del momento que se muere. Eso comporta quizás sufrir, pero es de
suma importancia, al menos en mi humilde opinión, darte cuenta del momento que
vas a encontrarte con tu Padre Dios.
Es el momento más glorioso de
tu vida, a pesar de tus posibles sufrimientos, porque de él dependerá toda tu
nueva vida, la gozosa y eterna. Por eso, necesitamos estar vigilantes y bien
administrar todos los talentos recibidos para rendir cuenta a la hora de la
cita.
Porque, de no poder ser consciente de ese momento, al
menos tener los deberes hechos y la conciencia puesta siempre en Dios, nuestro
Señor y Salvador, que nos recibe Misericordiosamente y nos prepara una mansión
eterna junto a Él. Te pedimos, Señor, que nos des esa Gracia de morir en tu
presencia.
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