Sabemos que todo lo grande
empieza desde lo pequeño. Tiene mucha importancia la perseverancia y la
constancia. El trabajo y el esfuerzo de cada día y la fe en persistir e
insistir. Pasan los días, pero el esfuerzo se nota y da frutos. La pequeña
semilla con su muerte va dando paso al árbol grande.
Y el árbol trae a su tiempo
los hermosos frutos. Y hasta las aves hacen en sus ramas sus nidos. Poco a
poco, aquella semilla pequeña, va haciéndose, transformada, en un árbol grande.
Así es también el Reino de Dios del que tú y yo formamos parte. Con nuestras
pequeñas obras crece y se extiende por todas partes.
Dependerá de ti y de mí que el Reino de Dios se
construya cada día. Dependerá de tus pequeñas obras, pero importantes.
Dependerá, sobre todo, de la Gracia de Dios, pero que necesita que tú y yo la
dejemos sembrar en nuestros corazones y le demos nuestra humilde y pequeña
tierra para que germine y se haga grande.
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