Aquel ciego, Bartimeo, a
pesar de no ver su corazón estaba encendido y buscaba la luz. Sin embargo, no
le fue fácil estar atento y escuchar los pasos de Jesús. El ruido alrededor
trataba de acallarlo y que su voz no llegará al Señor, pero, Bartimeo insistió
y cada vez más fuerte.
No tuvo miedo y su coraje pudo
más que aquellos que trataban de acallarle. Su fe le impulsaba a insistir y a
seguir solicitando piedad al Señor. Y, por supuesto, Jesús le escuchó, porque
el Señor escucha a sus hijos. Y le concedió lo que pedía, ver. Ver el Camino,
la Verdad y la Vida.
¿Cómo combatimos nosotros nuestra ceguera? ¿Luchamos
contra el mundo que nos nubla nuestra vista y trata de acallarnos para que
dejemos de solicitar del Señor su misericordia? ¿O insistimos impulsados y
alimentados por nuestra fe y confiados en la Misericordia de Dios?
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