viernes, 9 de noviembre de 2018

El templo, en principio lugar de encuentro con Dios, ha pasado a ser encuentro entre las personas para celebrar sus propias fiestas. No son los sacramentos de la iniciación cristiana unos encuentros con Dios, como se pretende orientar y dirigir, sino una celebración familiar casi equiparada a la de un cumpleaños u otro tipo de fiesta.

La prueba del algodón qué podríamos decir, y la experiencia lo demuestra, que será el bautismo un espacio hasta la primera comunión y ésta la última. De la confirmación perdemos la vista y muy pocos llegan a recibirla. Todo se reduce a momentos puntuales de fiesta tradicionales.

En mi experiencia catequética de bautismo constato esta experiencia. Se va al bautizo como quien va a adjudicarse un nuevo título sacramental, pero nada más. No hay compromiso ni siquiera conciencia de lo que se hace, y, por supuesto, ningún compromiso de perseverar. Al menos en un 95% o casi. Esa es la realidad.

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