El templo, en principio lugar
de encuentro con Dios, ha pasado a ser encuentro entre las personas para
celebrar sus propias fiestas. No son los sacramentos de la iniciación cristiana
unos encuentros con Dios, como se pretende orientar y dirigir, sino una
celebración familiar casi equiparada a la de un cumpleaños u otro tipo de
fiesta.
La prueba del algodón qué
podríamos decir, y la experiencia lo demuestra, que será el bautismo un espacio
hasta la primera comunión y ésta la última. De la confirmación perdemos la
vista y muy pocos llegan a recibirla. Todo se reduce a momentos puntuales de
fiesta tradicionales.
En mi experiencia catequética de bautismo constato
esta experiencia. Se va al bautizo como quien va a adjudicarse un nuevo título
sacramental, pero nada más. No hay compromiso ni siquiera conciencia de lo que
se hace, y, por supuesto, ningún compromiso de perseverar. Al menos en un 95% o
casi. Esa es la realidad.
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