Nuestro Dios es un Dios misericordioso, que nos
perdona siempre que nosotros mostremos arrepentimiento y seamos humildes.
Nuestro Dios no es un Dios que dé miedo, sino todo lo contrario. Un Dios de
ternura, de cariño, bondadoso y compasivo. Un Dios de Amor.
Pero, también un Dios que nos exige, eso es verdad,
proporcionalmente a los dones que nos ha dejado en administración. Un Dios que
no nos quiere con los brazos cruzados, sino dispuestos al esfuerzo de poner en
práctica nuestros talentos, aún con riesgos y dificultades.
Un Dios
que sabe de nuestras debilidades y no nos deja solo. Un Dios que nos acompaña y
que sólo quiere nuestra confianza y fe en Él. Un Dios que espera que, creados
libres por su Voluntad, demos los frutos que nos corresponden en cuanto a los
dones recibidos. Porque, de esa forma expresamos y demostramos nuestra fe. La
fe son obras y no buenas razones.
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