Porque, el mundo es de todos
y si no se reparte igual para todos, los que sufren interpelarán a los que no
sufren y les pedirán su parte. Y se establece la lucha norte y sur o, ahora migrantes,
marginados e indigentes.
Y el mundo zozobra y se
resiente. Y las conciencias no descansan e interpelan. Y tú descubres que
excluyes a todos los que te molestan o te exigen que compartas y que también
les dejes vivir con dignidad. Y surgen enfrentamiento y no hay paz.
Y la ceguera se hace enorme y no se ve otra salida. Y
el mundo no reconoce a quien verdaderamente trae la paz. Una paz apoyada en la
igualdad y en la dignidad de todas las personas. Y eso exige cambio, renuncia,
esfuerzo, generosidad, humildad y conversión.
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