Somos muy insensatos, pues tratamos de edificar la torre de
nuestra vida sin calcular bien los instrumentos y los medios de que disponemos
para bien construirla y terminarla. Creemos en nuestras fuerzas y talentos y,
pensamos, no nos hace falta nada más, y caemos en nuestra propia trampa. Sólo
no nos bastamos para salvar nuestra vida para la eternidad.
Se hace necesario administrar bien nuestra vida, y para ello
necesitamos de todo lo que hay en el mundo, pues vivimos en él, pero sin perder
de vista que lo principal no son las cosas del mundo, ni las torres o las
batallas, sino el Señor. Él sólo es el Camino, la Verdad y la Vida.
Por
lo tanto, lo verdaderamente importante son tus actos de amor, que son los que
construirán la torre bien hecha de tu vida, porque ellos son los que te ganarán
la batalla para que tu casa sea bien construida y reservada en la Casa del
Padre donde moraras para la vida eterna.
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