Cuando confiamos en alguien
ponemos en sus manos todos nuestros bienes y asuntos para que nos lo
administre. Sabemos que velará por y para nuestro bien y buscará que todo vaya
y se haga bien. Y nos sentimos seguros por su trabajo y dedicación.
Cuánto más si ponemos todo lo
que hemos recibido de nuestro Padre en Dios en sus mismas Manos. De Él nos ha
sido dado gratuitamente, y a Él se la devolvemos para que nos la administre
contando con nuestra colaboración.
Se trata de seguir sus
consejos, sus señales e indicaciones y actuar tal cual Él nos marca el camino a
seguir. Él es nuestro Padre y en ese sentido le pedimos lo que necesitamos;
también le buscamos para seguir sus pasos y llamamos a su puerta para que nos
indique el camino a seguir.
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