No basta con cumplir la ley,
porque hay leyes injustas, pero también limitadas, pues en último lugar la
intención que vive en el corazón es la que califica el acto humano como bueno o
malo aún estando dentro de la ley.
Por todo ello, se puede
cumplir y no estar de acuerdo con la Ley de Dios, porque ella va más allá del
mero cumplimiento. Es el espíritu de la ley la que determina sobre la bondad
del acto y en muchas circunstancias la ley permite actos que no son ni justos,
ni verdaderos ni van en beneficio del hombre.
Concluyendo, es buena la ley
que tiende a respetar todo aquello que, aún no estando escrito, va en verdad y
espíritu en beneficio del hombre. Porque, todo lo que excluye al ser humano son
leyes que vienen de los hombres, imperfectas como ellos mismos. Sólo la Ley que
viene de Dios es la Ley que vive en verdad y justicia y misericordia.
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