Cuando exigimos a los demás
lo hacemos de forma despiadada y sin tener en cuenta que, como humanos, están
sujetos al error. No sucede lo mismo con nosotros, pues ante nuestras
actuaciones buscamos justificaciones y disculpas cuando nos salen mal o tenemos
algún despiste.
Y no nos damos cuenta que a
los demás les gustaría un trato más misericordioso y que les tengamos en cuenta
como personas que son. Nos cuesta admitir las disculpas de los demás, todo lo
contrario que ocurre con nosotros mismos.
Por eso, es de gran ayuda
pensar que lo mismo que actúas mirándote a ti mismo también les gustaría a los demás
que hicieran con ellos. Y esa es la cuestión, de la misma manera que midas a
los demás, serás medido tu mismo.
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