Cuando perdemos el juicio
actuamos de forma disparatada. Somos capaces de perder la razón y llegar hasta
el extremo de matar. En esos momentos no razonamos ni escuchamos lo que nos
dicen. Estamos ofuscados en mantener nuestros criterios y forma de pensar.
Ante las buenas obras de
Jesús no hay ninguna razón de apedrearle. ¿Por qué entonces quieren apedrearle
los judíos? No aceptan que se revele como el Hijo de Dios. Ellos ya tienen una
idea de su Dios y no admiten que alguien venga a decirle lo contrario.
No es nada extraño esta
conducta, pues hoy sucede lo mismo. Mucha gente no cree en ese Dios encarnado
en su Jesús, que anuncia la Iglesia como continuadora de su misión. Otros, le
persiguen y matan a los que le siguen y otros, incluso siguiéndole y dentro de
la misma Iglesia, fabrican un dios según su imaginación e intereses.
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