El problema está dentro del
propio hombre. Su corazón está endurecido y necesita ablandarse. Los israelitas,
el pueblo elegido, liberados de Egipto, se olvidan de que Dios los ha liberado
y le exigen saciar el hambre y le recriminan
que prefieren volver a Egipto que confiar en Él.
En muchos momentos de nuestra
vida nos desesperamos porque las cosas no se suceden como hemos pensado o como
nos gustaría. El camino se tuerce y las cosas no mejorar tal y como nosotros habíamos
pensado. ¿Cómo recuperar y sostenerme en la confianza en Dios, mi Señor?
Necesitamos llenarnos de
paciencia y confiar. Confiar, a pesar de que no entendamos nada y que la
oscuridad nos envuelva y nos quedemos desorientados e incluso llenos de dolor.
Confiar en nuestro Dios, porque si Él nos ha liberado no nos dejará a merced de
la muerte.
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