La fe nos ayuda a soportar el
paso del tiempo. Sobre todo cuando lo estamos pasando mal. El dolor y el
sufrimiento nos desesperan y nos invitan a dejar de confiar en la bondad del
Señor. Somos muy proclives a perder la paciencia.
La vida es corta, pero se
hace larga cuando lo pasamos mal. Los años se hacen interminables con el
sufrimiento y el dolor. Aquel paralítico llevaba treinta y ochos años postrado
en aquella piscina, y no tenía a nadie que le acercara cuando se removían las
aguas.
Jesús se fija en él y le
invita a curarse. Le manda que se levante, que tome su camilla y ande. Y así lo
hizo, se levantó y echo a andar. Había sido curado. Pero, también el Señor se
fija en ti y en mí. Quizás nuestras parálisis sean diferentes, pero también
necesitan ser curadas. Es cuestión de tener paciencia e insistir en pedírselo.
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