No molesta que
nos lleven la contraria. Sobre todo cuando se trata de nuestra conducta y
comportamiento. Buscamos siempre quedar bien y que nuestra conducta sea
ensalzada más que humillada. Para eso, buscamos testigos que refrenden nuestras
palabras.
Buscar testigos
que den buen testimonio de mí, de la misma forma que yo doy testimonio de ellos,
nos ayuda a reforzar nuestra conducta y a darnos gloria con el testimonio de
nuestras respectivas palabras. Sin embargo, Jesús no trata de apoyarse en los
hombres puesto que tiene el testimonio del Padre.
Es, pues, la
Palabra y la Fuerza del Padre lo que da verdadero testimonio de Jesús como el
elegido y enviado. Es esa Palabra la que le hace libre de todo prejuicio, de la
moda, de las opiniones de los demás y de todo aquello que pueda condicionarle.
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