Nunca la oscuridad es escogida para
caminar. Sólo, en diferentes excepciones, la escogemos cuando queremos
ocultarnos de algo; cuando, realmente, queremos escapar y nos interesa esconder
la verdad. Y, lo inmediato, es que en la oscuridad nos perdemos.
La oscuridad nos permite vivir en la
mentira y escondernos de la verdad. La oscuridad no nos deja ver el camino y
las posibilidades de caernos por el precipicio son casi plenas. Necesitamos la
luz para ver, pero si optamos caminar por la oscuridad estamos predispuestos a
perdernos,
La oscuridad significa alejarnos de Dios.
Y lo hacemos cuando nos resistimos a rechazar su Palabra y el amor que Jesús,
el Hijo de Dios, nos ofrece. Él es la Luz que nos alumbra el Camino, que nos
lleva a la Verdad y que nos da la Vida. Alejarse de Él es introducirse en la
oscuridad y quedarnos a merced del rey de las tinieblas.
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