En muchas ocasiones hemos
experimentado miedo. Miedo de perder esto; miedo de no lograr lo otro; miedo de
suspender este examen o esta prueba, y así muchas cosas. De alguna manera esos
miedos influyen positivamente o negativamente en nuestras vidas y condicionan
nuestra manera de ser y actuar.
La oscuridad, el mar embravecido
y las tormentas son amenazas y peligros que nos dan miedo. Y esos miedos nos
hacen perder nuestra dignidad y nos apartan de nuestro camino. Los apóstoles
estaban, tras la muerte de Jesús, encerrados en el cenáculo por miedo.
Quizás también nosotros nos
encerramos en nosotros mismos por muchos miedos. Hoy, Jesús nos sale a nuestro
encuentro caminando sobre las aguas. No como un signo de lucimiento, sino como
signo de poder sobre las cosas creadas y sobre el demonio. En Él y con Él
podemos dejar de tener miedos.
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