Hay razones para aceptarlo.
La fe no es algo sin sentido, sino que es deducible y razonable, pues ver como
una Persona resucita a otra, caso de su amigo Lázaro, o devolver la vista a un
ciego son testimonios que dejan claro su Poder.
Y ese Poder culmina con su
propia Resurrección. Todo lo demás se da por añadidura y no hace falta
preguntar más. Algo así como cuando los apóstoles llenaron la red, siguiendo la
orden de Jesús, de peces después de estar toda una noche bregando.
Y, fue entonces, cuando Juan,
unos de sus discípulos más intimo, advirtió que aquella persona que
estaba en la orilla no podía ser sino Jesús. Y salió de su boca, ¡es el Señor!
Y Pedro salió a su encuentro, pero ninguno se atrevió a preguntarle nada.
Sabían que era el Señor. Quizás también tú lo sepas, ¿quieres preguntárselo?
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