Para toda persona la vida es
lo más grande. Cualquier deseo pasa por tener salud y vivir, y todos los
esfuerzos que hacemos en la vida van encaminados a cuidarla y a preservarla. Es
el valor más grande.
Solemos decir, “siempre que
hay vida, hay esperanza”. Mientras vivimos tenemos un tiempo precioso, y tan
precioso, que de su verdadero aprovechamiento dependerá que nuestra vida sea
eterna y plena.
Y esa es la oferta que Jesús
nos hace, pues nadie mejor que Él sabe de nuestros anhelos y deseos. Da
certeramente en la diana de nuestro corazón cuando nos dice: En verdad, en verdad os digo: el que cree,
tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida.
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