Jesús advierte que los
discípulos están tristes y no quieren ni oír que les va a dejar. No entienden nada y menos como
pueden estar sin Él. Por eso les dice que conviene que Él se vaya, para que
venga el Paráclito, el defensor.
Les advierte que ellos darán testimonio
de Él, pero que también sufrirán y serán perseguidos. Y se los dice para que
cuando ocurra se acuerden de que se los había dicho. También a nosotros, como
creyentes y seguidores nos ocurrirá lo mismo.
Y lo constatamos y lo estamos
viendo. El mundo es hostil a la Palabra de Dios y se le combate expulsándolo de
lo público y queriendo arrinconarlo en las sacristías y en lugares que su voz
no trascienda. Se nota en los ambientes esa hostilidad contra la Iglesia. Pero,
el Señor ya nos lo había dicho.
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