La dignidad del hombre le
viene por ser hijo de Dios. Esa dignidad reclama para él todos los derechos de
la persona humana y la misma igualdad. Nadie, pues, puede considerarse mejor
que otro ni, incluso, mayor, porque todo lo que tiene le ha sido dado.
Ahora, es verdad que unos
están más dotados que otros, y sus cualidades son superiores a otros. Lo
observamos en las múltiples habilidades que desarrollan las personas en
diversos sectores tales como el deporte, la ciencia, la manualidad y otros.
Pero, todo eso está dispuesto
de esa forma para que unos, habiendo recibido más que otros, pongan esos dones
o cualidades al servicio de los demás. Quien más ha recibido, más debe servir
en pro y bien de los demás. De esa forma el mundo irá mejor y el mandato del
amor tiene verdadero cumplimiento.
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