La vida, nuestras vidas, están
marcadas por luchas y odios; por venganzas y enfrentamientos; por poder y
riquezas. Y eso siempre nos conducirá a luchas internas y externas; a envidas y
venganzas; a violencia y guerras.
Sin embargo, experimentamos
que cuando nos vaciamos de esas apetencias y cuando nos damos gratuitamente,
todo cambia y todo se ve desde otra perspectiva y sentido. Se busca el bien sin
pensar en uno mismo sino en crear espacios y circunstancias de justicia, verdad
y misericordia.
Y se encuentra el gozo y la
paz y desaparece la envidia, el egoísmo y los deseos de venganza. Se favorece
la reconciliación y la concordia. No hay por qué luchar ni por qué enfrentarse.
Todos somos respetados y lo que hay se comparte. Un mundo que en el fondo todos
buscamos y queremos, pero pocos se abren a ese estilo de amar.
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