El valor de nuestra vida será
medido por la forma en la que hemos gastado nuestro tiempo. Si lo hemos hecho
en cosas de este mundo, vanas y perecederas, o si lo hemos hecho en los tesoros
de la vida espiritual que pertenecen al otro mundo donde Jesús nos guarda un
lugar.
Porque, hemos recibido unas
capacidades, unas cualidades y talentos que debemos saber gastarlos. Gastarlos
para nuestro provecho personal y egoísta es tirarlos a la basura, pero
invertirlos para el bien de los demás es saber aprovecharlos.
Esa es la lección y el
consejo de Jesús: «No os
amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y
ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no
hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque
donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.»
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