Era un hombre, como tú y como
yo, y tenía las mismas apetencias y tentaciones que podíamos tener nosotros.
Supongo que miedo también, pero confianza y fe en Dios y en la promesa de que
el Mesías estaba ya a punto de aparecer.
No sabía exactamente quien
era ni cuándo y cómo aparecería, pero confiaba en la Palabra del Señor y
esperaba que se cumpliera. Así lo anunciaba e invitaba a convertirse y a
bautizarse al un bautismo de arrepentimiento y conversión. No se declaraba el
Mesías sino el que lo anunciaba.
Se decía no ser digno de
desabrocharle la correa de sus sandalias y le presentaba como el Mesías
anunciado y prometido para salvarnos de la esclavitud del pecado. También tú y
yo tendremos que hacer algo a lo que estamos llamados. Nos toca descubrirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.