En el camino de nuestra vida
experimentamos fracasos y también éxitos, pero, todo lo que hagamos sabemos que
no nos valdrá de nada si no lo hacemos injertado en la verdadera Vid que nos
sostiene y alimenta. Porque, todo lo que está fuera de Él es caduco y muere.
Al final del camino nos damos
cuenta que todo lo vivido no tiene sentido si ha sido realizado lejos de Dios.
¿Por qué?, pues, porque realizados al margen de Dios experimentamos que son
frutos perecederos y de muy poco valor. Todo lo que no es eterno tiene poca
valía.
Lo bueno son los frutos de
vida eterna, y esos frutos no se pueden dar sino injertados en el Señor. Él es
la Vid y nosotros los sarmientos, y para dar frutos de Vida Eterna tenemos que
estar injertados en el Señor y permanecer en Él.
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