A veces nos ocurre que
queriendo decir la verdad cometemos errores que ignoramos o pensamos que no lo
son. Debemos escuchar a aquel que nos ayuda a descubrir la verdad y a darnos
cuenta de nuestro posible error. Debemos estar abierto a cambiar y a reconocer
nuestros errores, pues eso nos descubre que somos pecadores.
Sin embargo, la experiencia
nos dice que no es tarea fácil corregir el error o denunciar a aquel que,
llamándole la atención, no reconocer su error. Es tarea ardua llevarla ante
testigos y más hacerlo ante la comunidad, pero es nuestro deber y como tal
debemos hacerlo.
Pero, antes debemos ponernos
en oración y pedir la luz necesaria para discernir y saber tanto corregir como
advertir del error. No hay oración más fuerte que la que hacemos en la
comunidad, porque, desde allí y en la presencia del Señor que se hace presente
entre todos, podemos arrancar la luz para comprender nuestros errores.
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