La ley está compuesta de muchas leyes y en algunos momentos
se duda o hay confusión del mandamiento que ocupa el primer lugar. Y no es que
haya duda, sino que el hombre siembra la duda con sus pecados e imperfecciones.
Así, los fariseos quieren aclarar el tema buscando al mismo tiempo sorprender a
Jesús.
La respuesta de labios de Jesús es firme y meridiana: «Amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.
Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la
Ley y los Profetas».
Una cosa se desprende sin dar lugar a duda y confirmada
también por el sentido común, sin la fuerza de Dios nos sería imposible amar al
prójimo. Sobre todo a los enemigos que persiguen incluso hacernos mal. Es
lógico que primero busquemos en el amor al Señor todo lo que necesitamos para
desde Él y por su Gracia, poder amar al prójimo.
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