Los apóstoles esperaban o al
menos sabían de la esperanza de su pueblo de la llegada de un Mesías que les
salvara. En principio, esperaban salvarse de la opresión y la esclavitud a la
que le sometían el pueblo invasor, pero estaban muy lejos de la verdad.
El Mesías esperado no era el
que ellos se habían figurado, ni tampoco muchos de nosotros. Porque, aunque
ahora no esperamos un libertador si nos imaginamos alguien que, como si de un
caja mágica se tratara, nos solucionase todos nuestros problemas.
Y cuando las cosas no ruedan
como creemos nos revelamos, exigimos y le damos la espalda. Incluso le
rechazamos y como Natanael pensamos que el hijo de un simple carpintero no
puede ser el Mesías esperado. Pidamos paciencia, sabiduría y luz para
comprender que Jesús es el Mesías prometido. Amén.
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