La riqueza es un peligro
difícil de superar. No es que en sí sea mala, sino que su tenencia puede
afectarnos a creernos que en ellas encontramos la seguridad y la felicidad que
buscamos en este mundo. Eso puede llevarnos a engaño y a la perdición.
Porque, poner nuestro corazón
y nuestro apoyo en las riquezas no es nada bueno, pues en ellas no está lo que
buscamos, es decir, ni la felicidad ni tampoco la seguridad. La Vida Eterna la
encontraremos en el Señor, pero, para eso tendremos que seguirle y seguirle
exige dejar todo lo demás.
No se puede seguir a dos
señores, es decir, un pie en el mundo y sus riquezas y ofertas y otro pie para
el Señor. Sabemos que al final dejaremos a uno para seguir al otro. Jesús nos
lo advierte y nos pone en alerta. Nuestra felicidad y seguridad está en Él,
pues Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
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