Nuestra salvación la ha
dejado Dios en nuestras manos. Eso no significa que podamos nosotros solos
alcanzarla sino que Dios cuenta contigo para salvarte y necesita que tú pongas
en sus Manos voluntariamente esa libertad que Él te ha regalado para darte la
fortaleza de poder salvarte.
Y para ello necesitas
llenarte de humildad y ser dócil a la Voluntad de Dios para vivir en su Palabra
y, sobre todo, aceptar tus pecados reconociéndote débil y pecador y dejar que
el Espíritu Santo haga en ti la obra de transformar tu corazón endurecido en un
corazón humilde, suave y comprensivo.
Por eso, nuestra esperanza
queda en Manos del Señor y de su Infinita Misericordia, pero no podemos fiar
todo a su Bondad sino también poner nosotros de nuestra parte y esforzarnos en
entrar por la puerta estrecha porque hemos recibido también unos talentos que
tendremos que poner a trabajar.
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