No cabe duda que la unidad
matrimonial presenta momentos difíciles donde la pasión no es la principal
atracción ni lo más importante. Hay situaciones donde el verdadero amor se pone
a prueba y eso pasa por sacrificios, renuncias y desprendimientos. Y eso,
naturalmente, no le gusta a nadie.
Sin lugar a duda que la
unidad tiene su precio. Un precio que se va pagando día a día y que exige
esfuerzos constantes. Pero, es cierto que el amor es una batalla cada día y que
hay que ganarla diariamente. Son las pruebas que duelen las que realmente
descubren el verdadero amor.
Ahora, es fundamental que
esta lucha de cada día por sostener la unidad no se afronte por separados, ni
cada uno con sus propias fuerzas. En el Sacramento del matrimonio han invitado
a Jesucristo a acompañarles y a ayudarles en sostener ese mutuo amor que en ese
momento se profesaban. Pues, cuenten con Él y tendrán la garantía para superar
las dificultades y permanecer unidos.
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