En el acontecer de cada día
hacemos muchas cosas que nos exigen estar concentrados y despiertos. La vida
nos exige estar en alerta cuando conducimos, cuando hacemos las tareas bien en
casa o en nuestro trabajo y en muchos actos que ponen en riesgo nuestra
responsabilidad. La vida pone a prueba nuestra atención.
Pronto nos damos cuenta que
la tranquilidad deseada y con la que queremos vivir no nos es posible. Hay que
estar despierto y muy atento a todo lo que pasa a nuestro derredor. Vigilantes
y preparados para los retos de cada día, porque, de no estarlo pueden
sorprendernos y jugarnos una mala pasada.
De la misma forma, nuestra fe
nos advierte del riesgo de ser sorprendido por nuestro Padre del Cielo, porque,
su venida no la sabemos y, por eso, nos es necesario estar vigilantes y
preparado para cuando decida llamar a nuestra puerta. Y eso nos exigirá estar
vigilantes y preparados para hacer su Voluntad en cada instante de nuestra
vida.
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