Siempre hay desconfianza. Queremos pruebas y milagros que
nos saquen de duda, pero, ¿dónde está nuestra fe? ¿Acaso no es la fe la prueba
que Jesús nos pide? ¿Y queremos nosotros que Él nos convenza con milagros que
sean de nuestro agrado? Indudablemente que somos una generación perversa.
Jesús es la señal y el signo por excelencia. Es el Hijo de
Dios Vivo que ha bajado del Cielo para, entregando su Vida, darnos a nosotros
la Vida Eterna. Jesús ha pagado nuestro rescate y nos ha devuelto la dignidad
de ser hijos de Dios.
Tratemos de no ponerle condiciones ni exigencias a Jesús.
Abramos nuestros corazones a su Palabra y tengamos fe. Una fe abandonada en sus
Palabras y confiada a la acción del Espíritu Santo que, desde el día de nuestro
bautismo, nos acompaña, nos auxilia y
nos fortalece para que creamos en el Hijo de Dios.
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