Un corazón de niño significa un corazón dócil y obediente a
la Voluntad del Padre. Un corazón capaz de dejarse guiar y orientar por el
Padre, que nos quiere y que ha enviado a su Hijo Jesús para enseñarnos el
Camino, la Verdad y la Vida.
Y Dios, nuestro Padre, está siempre con los brazos abierto y
esperándonos a que nos acerquemos a Él para abrazarnos y darnos todo su Amor.
Nunca nos abandona y, a pesar de nuestras infidelidades e indiferencias, Él
sigue siempre fiel a su Palabra y a su Amor.
Por eso, el Señor nos invita a ser como niños, es decir, a
confiar en nuestro Padre del Cielo, de la misma manera que hemos confiado en
nuestros padres de la tierra. Pero, a confiar seguro de que Él nos dará esa
Vida Eterna que buscamos, porque nuestro Padre Dios es garantía de Vida Eterna.
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