Jesús había advertido ya el
deseo de Zaqueo de conocerle. Esa aventura y decisión de subirse a un árbol,
una persona pública y conocida como él, descubría un interés fuera de lo
normal. Y, a pasar por su lado, se detiene y le mira. Y le invita a bajar y a
que le invite a su casa.
También, Jesús me ha mirado a
mí, pues yo también de alguna manera soy un pecador como Zaqueo. Ahora, ¿le
abro yo la puerta de mi corazón? ¿Soy capaz de ponerme visible para llamarle la
atención? Jesús me conoce y lee en lo más profundo de mi corazón. Conoces mis
intenciones.
Y, no dará un paso, al menos
así yo lo entiendo, si tú no le das permiso. Él respeta tu libertad y sólo te
propone un cambio de vida nueva si tú se lo pides, si tú le abres tu corazón y
le escuchas. El resultado lo puedes comprobar con Zaqueo.
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