Los cristianos esperamos
encontrar un Cielo donde seamos colmados de plena felicidad. Un cielo que no
nos lo podemos imaginar desde nuestra perspectiva humana, pues somos limitados
e incapaces de imaginarlo y nuestra equivocación queda asegurada. La grandeza
de Dios es inalcanzable para el hombre.
Los cristianos vivimos en esa
esperanza y, dejando a un lado nuestras pesquisas y suposiciones, debemos
confiar en la Palabra del Señor. Jesús nos ha prometido volver para llevarnos
con Él y, para ello, nos prepara una mansión – Jn 14, 2 – así que pongamos toda
nuestra confianza en su Promesa.
Hoy en el Evangelio nos
desengaña de nuestras torpes suposiciones y comparaciones con este mundo donde
vivimos y nos dice: Los hijos de
este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener
parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos
tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y
son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.
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