Para Dios no pasas desapercibido.
Él te ve, te acompaña y te invita al Banquete Eterno, pero, quizás tú no le has
oído, o no le haces casos y te excusas poniendo compromisos que antepones a su
llamada, hasta el punto de rechazar su invitación.
El Evangelio de hoy nos
advierte de ese peligro y de cómo preferimos las cosas de este mundo antes que
la invitación del Señor. Por eso, al final son los pobres, los que no cuentan,
los marginados y desprovisto de todo los que aceptan la invitación y a los que
Dios se dirige.
El gran peligro está en no
tener los oídos bien abiertos para escuchar la invitación que Dios te hace para
el Banquete de Vida Eterna que te tiene preparado. Y te advierte de lo que
puede sucederte si te obstinas en rechazarle: Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena.
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