Todo lo creado tendrá su fin
y todo lo que hoy contemplamos maravillados quedará, un día, destruido. Sin
embargo, eso no ocurrirá como por arte de magia, sino que tendrá sus signos y
señales que lo irán anunciando, por decirlo de alguna manera. El Evangelio de
hoy nos habla al respecto de eso.
Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no
quedará piedra sobre piedra que no sea derruida». Y
a las preguntas de ellos sobre cuando sucedería eso, Jesús agregó: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque
vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está
cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os
aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no
es inmediato».
Jesús nos advierte de que todo esto tiene que suceder y, de
hecho, está sucediendo. Vemos señales de guerras, de cambios y revoluciones que
incluso amenazan con excluir al Señor de la sociedad. Se mata a los inocentes
dentro de vientre de sus madres y se promulgan leyes – eutanasia, que persiguen
eliminar a las personas como si de objetos productivos se trataran.
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