La experiencia nos descubre
que sólo los sencillos y los humildes serán capaces de escuchar y aceptar la
Palabra de Dios. Porque, la gente sencilla acepta la Palabra de Dios sin
pretender entenderla del todo, porque su capacidad no se lo permite y porque se
consideran limitados, pequeños y pobres para poder entenderlo.
No pasa lo mismo en
aquellos que, considerándose suficientes, sabios y entendidos, quieren dar
significado y entender a Dios desde sus propios razonamientos y capacidades. Y,
al no poder entenderlo se cierran a esa Palabra de Dios.
Es por lo que Jesús dice: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y
de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las
has revelado a los pequeños. Y es que si Dios fuese entendible dejaría
en ese mismo momento de ser Dios. Un Dios al que podamos entender le
discutiríamos incluso sus leyes y palabras.
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