Primero necesitas ver tus defectos, tus carencias, tus
imperfecciones para luego, confiando en su Poder aliviador y sanador, acercarte
a Él. Eso es lo que sucedía con toda aquella gente que le seguías, le buscaban
y clamaban su auxilio. Y el Señor se mostró compasivo con ellos.
También, tú y yo necesitamos del Señor. Si lo hemos
descubierto no tengamos miedo, acerquémonos a Él confiados en su Infinita
Misericordia y mostrémosle todas nuestras imperfecciones y pecados. Por su
Divina Bondad, Él nos sanará.
Y también nos dará ese alimento que necesitamos para
sostenernos en su Palabra. No para saciarnos un día y volver a tener hambre,
sino para saciarnos de su Espíritu y caminar fortalecidos en su Cuerpo y Sangre
hasta su segunda venida donde seremos llevados en, con y por Él a la Casa del
Padre. Amén.
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