Nosotros no estamos lejos, porque,
también somos criaturas de Dios y creados, por amor, por Él. Pensemos, pues,
que, como María, también nosotros podemos abrirnos y prepararnos a la Palabra
de Dios y a dejar entrar en nuestros corazones la Gracia del Espíritu Santo.
Porque, nosotros como María
debemos ser dócil a la llamada del Seño y responder a la misión que Dios quiere
de nosotros. Una misión que nos irá revelando durante el recorrido de nuestra
vida y a la que nosotros, como María, debemos estar atentos y preparados para
hacer su Voluntad.
Sin desesperar ni impacientarnos,
sino todo lo contrario, esperanzados y confiados. Abiertos a una nueva vida que nos
viene del Espíritu y que nos transforma interiormente renovándonos nuestros
corazones endurecidos y viejos por unos corazones suaves, mansos y nuevos,
disponibles a la Palabra de Dios y abiertos a recibir su Gracia. Amén.
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