Nuestra naturaleza humana nos
empuja a satisfacer nuestras apetencias y a hundirnos en las concupiscencias
carnales. Ello no inclina a tener riqueza y poder para darnos una vida de lujo
con toda clase de placeres y satisfacciones. Lo observamos en el mundo
económico y político y como unos someten a otros.
Sin embargo, en la medida que
pasa el tiempo vamos experimentando que nada de este mundo nos llena
plenamente, porque, rápidamente sus promesas de felicidades nos dejan vacíos y
desesperados. Pero, en contradicción a lo que deseamos, experimentamos que el
amor, aunque nos exige dolor y sufrimiento, nos hace sentir gozosos y felices.
Es, realmente, esa vida
amorosa, que nos descubre ese hermoso deseo de buscar el bien y pensar en los
demás, sobre todo en aquellos que sufren y carecen de lo elemental para vivir
dignamente, lo que nos hace sentirnos plenamente felices y lo que debemos
buscar con todas nuestras fuerzas. Para ello, necesitamos estar atentos y
vigilantes. Amén.
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