A veces la vida se nos presenta cómoda y nos tienta cada día
con quedarnos quietos, inmóviles y pasivos. Y, aunque nuestra naturaleza humana
lo apruebe y se sienta atraída a permanecer así, experimentamos que eso nos
perjudica y no está bien.
Hay una lucha cada día en nuestro interior. Está quien tira
para hacer lo que le gusta y apetece sin tener en cuenta lo demás, y está quien
nos inquieta, nos remuerde y nos dice que debemos vencernos y tratar de amar a
los demás.
Y en ese amor está el preocuparnos por hacer el bien y
luchar por construir un mundo más justo, más libre y más en función de todos
los hombres, de manera más especial de aquellos más débiles y pobres. Se trata
de alegrar y aliviar la vida de los más necesitados y de los más hambrientos.
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