El Evangelio de hoy habla de que muchos se acercaban a Él,
incluso casi lo aplastaban hasta el punto que tuvo que pedir una barca para
protegerse. Todos, por lo que se oía de Él le buscaban para ser curados y
obtener favores. Me pregunto, ¿no pasa hoy lo mismo?
Si nos acercamos a la Iglesia observamos a mucha gente que
no celebra la Eucaristía ni participa en la vida de la parroquia, pero se
acerca, al menos los domingos a la misa o visita el templo y enciende una vela
o reza un rato y toca las imágenes. Descubrimos que en el fondo de sus
corazones hay fe.
Pero, ¿qué clase de fe? ¿Una fe que busca intereses, favores
y seguridades? O una fe consciente de que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías
enviado y que viene a liberarnos de la esclavitud del pecado y del sufrimiento
de la enfermedad y la muerte, aunque tengamos, como sucedió con Él, compartirla
y sufrirla.
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