La gente buscaba a Jesús para solucionar
sus problemas, y Jesús lo sabía, pero no le importaba. Él ha venido a sanar a
todas las personas que humildemente se acercan a Él y le piden, creyendo que
les puede sanar, su curación. Jesús te pide la fe en Él y lo demás corre de su
cuenta.
Eso es lo que a ti y a mí también nos
pide, que creamos en Él y que confiemos en su Palabra y en sus promesas. ¿Qué
nos promete? Nada más y nada menos que la Vida Eterna en plenitud y gozo. Nos
resulta difícil de comprender y creer, pero esa es lo que Jesús, el Señor, nos
pide.
El plan que te propone, a simple vista no
es apetecible sino todo lo contrario. Te exige renuncias, misericordia y
humildad, nada fácil de vivir en este mundo donde lo que parece importar es el
dinero y el poder. Y ante eso estar en disponibilidad de perdonar y amar nos
parece algo que no es posible.
Sin embargo, Jesús no se vuelve atrás. No
sigue pidiendo eso y está con nosotros. Se compadece de nuestras debilidades y
miedos, pero nos conforta con su presencia, su fortaleza y su poder. Quien cree
en Él no fracasará ni perderá la vida, sino todo lo contrario, la ganará
eternamente. La cuestión es tener fe y fiarse de Él.
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