No podemos privarnos de
aquellos momentos gloriosos cuando experimentamos la cercanía y presencia de
Dios en nuestra vida. Son momentos de regocijos, de esperanza y de alegría. Un
gozo nos invade y nos llena de felicidad. No son momentos para ayunar, sino
para festejar que Dios es nuestro Padre y nos salva.
Pero, como hemos dicho,
también llegarán los momentos de enfermedad, de oscuridad, de no percibir la
presencia de Dios, de experimentar su ausencia. Son los momentos de ayuno, de
sacrificio, de aceptación y de esperanza. Son los momentos de confiarnos a su
Misericordia.
De todas formas, el
seguimiento a Jesús nos exige solidarizarnos con aquellos que sufren, que son
perseguidos, que padecen enfermedad, que presentan debilidad y que están
necesitados de ayuda y de amor. Y ese es el verdadero ayuno que complace al Padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.