viernes, 28 de febrero de 2020

Resultado de imagen de Mt 9,14-15
Todos experimentamos momentos de sacrifico, dolor, renuncias y, por supuesto, ayuno. Porque, ayuna el estudiante cuando se esfuerza y se prepara unos exámenes; ayuna aquel que se preocupa por el sufrimiento de que sufre. Ayunas cuando te importan los problemas de los demás y te esfuerzas en aliviarlos.

Porque, el ayuno no consiste en privarte de algo que haces o te gusta hoy y mañana vuelves a saciarte. No son prácticas para un tiempo sin más sentido sino el de la costumbre y la rutina. Nada de eso, el ayuno es el esfuerzo por convertirte y luchar con el mundo que te seduce y te tienta.

Ayunó Jesús en el desierto cuando el diablo trató de seducirle con lo material, le tentó a la jactancia y al poder. De la misma forma nos ocurre a nosotros, nos dejamos seducir por las satisfacciones sensoriales y sexuales; nos jactamos de ser los mejores y perfectos y nos dejamos arrastrar por la ambición del poder.

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