Se nos ha dado una viña en alquiler. Es decir, para
administrarla y sacar frutos de ella. Una viña que es nuestra vida y nuestro
mundo. Y unos talentos para ponerlo en rendimiento para que esa viña particular
nuestra dé buenos frutos. Pero, no queremos compartirlos con los demás sino
quedarnos con ellos.
El deseo de tener y de ser más que los otros nos animan a
quedarnos con lo que se nos ha dado para que lo compartamos con los demás. Lo
queremos para nosotros y nos negamos a compartirlos. Y eso nos lleva a
delinquir y hasta a matar incluso al dueño de lo que hemos recibido.
Y nos negamos a aceptar la verdad, la justicia y ver la vida
desde la fraternidad y el amor. Pensamos en nosotros solos y no nos importa
sino nuestra supervivencia y nuestras comodidades. Y de esa manera la vida no
es una oportunidad para amar y hacer el bien desde la justicia y la verdad.
Matamos al Señor de la Viña.
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